Fue al otro lado del charco, tenía
puentes y canales, riquezas por
doquier, pero si ibas andando la
policía te paraba, para preguntarte
¿le han robado el carro?.
A todos los sitios había que ir en
carro es decir coche, íbamos de
pesca en fuera borda, una embarcación
que llevaba remolcada al muelle,
donde al mar entrabas.
La seguridad no era de lo más
ejemplar, mis amigos nos decian
Si sentís atracadores entrar,
no los enfrentéis y si puede
ser sin que os vean.
Os refugiáis al final del jardín,
hasta que se marchen, no había
nunca vivido, esa situación, mas
eso allí era lo normal, abundaban
los ladrones.
Lo curioso es que era frecuente,
ver personas pescando sin caña
desde los puentes, con un carrete
sedal y cebo, viéndolos sacar
hermosos peces.
Si salia a alta mar, ricas langostas,
pódias pescar, cuando era calma,
si se picaba al muelle y a casa,
cuando vamos a venirnos te hacían
la fiesta de despedida.
Asaban un jabalí en un horno singular,
encima del césped en el jardín y nada
se ensuciaba, tenía patas y era forrado
de cínz, la tapa era una especie de
cajón.
Donde el carbón se ponía, el asado
era limpio, la comida muy rica, a
la aquí llamada segunda vivienda,
se iba en avioneta, y me enseñaron
la zona.
Por tierra mar y aire, que mal
repartida la tierra, unos mucha
riqueza otros pobreza, pero la
riqueza no da la felicidad, no
es mas rico.
El que mas tiene, sino el que menos
necesita, en los países pobres, se
es mas solidario, viven al día y
reparten con otros lo que les llevas,
pero en sus caras.
Brilla la sonrisa de la felicidad,
trepan a los arboles como gatos,
no conocen la obesidad, en mi vida
laboral, cuando venían los aviones
con niños de Tindúf.
Me encantaba ir a verlos y me rodeaban
con un cariño especial, te ofrecían
sus manitas, todos te querían agasajar,
inocencia de corazón noble y con una
gran bondad.
El Ruiseñor.
Agustín Recio Borreguero, Copyright, 03-05-2017
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