Una alondra volando,
acertó, a pasar, por un nido,
donde, había un ruiseñor
estaba, triste y herido.
Herido, en su corazón,
su pareja, había perdido,
al verlo, tan apenado,
bajó y le dio, su calor.
Lo cuidó, e hizo de él, otro,
su alegría, recuperó,
le hubiese, gustado quedarse,
más lo impedía, su corazón.
En su nido, había dejado,
sus polluelos y a su amor,
el ruiseñor, agradecido,
la juró, eterno amor.
Y la dijo, estas palabras,
a ti, te debo esta vida,
jamás yo, lo olvidaré,
en mi corazón, dejas grabado.
Ese gran amor, que con tanto,
cariño, y celo, pusiste, tu
imagen, nunca, he de olvidar
y he de agradecer, mi amor.
El Ruiseñor.
Agustín Recio Borreguero, Copyright
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tus comentarios.