Mi caballo alazán, había llegado
venía enjaezado, de fiesta me
quería llevar, cuando montaba mi
caballo, atraía todas las miradas,
su paso.
Era magistral, su doma fenomenal,
se sentaba sobre sus patas traseras
y estiraba las delanteras, cogía
su jinete y echaba a andar cual
linda bailarina.
Comenzaba el paso a marcar, si lo
espoleabas, no corría volaba qué
bonito mi caballo, era incansable
montes y valles le veían cruzar,
me llevaba.
A un mundo sin igual, parecía el
paraíso, allí no había maldad
todo el mundo se afanaba, para
poder ayudar, si un anciano iba
un paso a cruzar.
Siempre tenía un brazo amigo para
ayudarle a pasar, la gente tenía
alegre el semblante, se veía felicidad
no existía contaminación de maldad
allí reinaba la bondad.
El Ruiseñor.
Agustín Recio Borreguero, Copyright, 27-07-2017.
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